Por: Redacción
Morelia, Michoacán.-Finaliza, muere el mes de noviembre. Empieza a morir el mes que inicia con la muerte, con su festejo, con el rito atávico. Los extremos se tocan; vida y muerte, finito e infinito, día y noche. El camino largo que se ilumina para guiar a través de las velas, desaparece, se extingue, se deshace, y solamente será derramada la noche sobre las tumbas.
Nos movemos por fechas. Los meses están cargados; noviembre muere para renacer la esperanza y continuar el ciclo. Vienen las posadas, las navidades, otra vez la vida, y poco a poco el panteón vuelve a su olvido habitual; las flores se marchitan, la basura se acumula, el amarillo cempasúchil se hace ocre hasta desaparecer y confundirse con el color de la tierra.
Pero no hay que irse con la primera impresión; mirando con más detenimiento, uno se da cuenta que el recuerdo queda siempre en las personas, se va con los deudos, las ánimas los acompañan a donde van, son parte de su día a día porque olvidar a un ser amado que partió va más allá de esta vida, no hay fronteras.
Y otra vez el ciclo; vendrán septiembre y octubre con los campos amarillos de flores de cempasúchil, rojos con la pata de León, y blancos con la nube, con una bandera tricolor para el pacto entre la vida y la muerte que volverá a los panteones cuando los deudos limpien las tumbas, rieguen el camposanto y paradójicamente, vuelvan a la vida…otra vez.