Por: Morelia Patrimonio de la Humanidad
“Morelia de mis amores”, es la manera más sencilla de nombrarte, frase que José Misael escribió, poniéndola en una de las más hermosas canciones que te hizo, y es ahora, la mejor manera de decirte lo que significas para mí.
No importa que en este día no pueda ir a la Plaza de Armas para sentir tu historia plasmada en cada edificio, que no pueda admirar las torres de tus templos, que no escuche el sonido de tus campanas que alegra mi oído, hoy simplemente te digo felicidades desde mi casa. El recuerdo de mis días caminando por la Calle Real como aun así le dice muchos a Madero, el cerrar los ojos al tomar un sorbo de mi café sentado en mi mesa, y que al instante me transporte a los portales, eso y muchas tantas otras cosas, pequeñas cosas que hago día a día encerrado en mi casa, me hacen sentir que estoy contigo, cerca.
En 1531, los hijos de San Francisco: Fray Juan de San Miguel y Fray Antonio de Lisboa, siguiendo con su labor evangelizadora en Michoacán, llegan a una loma plana y achatada que se encontraba en medio de un valle protegida por cerros, el Valle de Guayangareo, cerca de una pequeña población de indígenas Matlazincas. Con el tiempo, y ya bien establecidos, empiezan a levantar su convento, sin llamar mucho la atención.
Por otro lado, ante las presiones que le hicieron los encomenderos michoacanos, al Virrey Don Antonio de Mendoza para que se fundara una ciudad, en donde se sintieran libres, y que aparte, fuera especial para los españoles, estando en contra de la ya fundada Ciudad de Pátzcuaro, logran que el virrey ceda, y el 18 de mayo de 1541, con la presencia de varios vecinos del lugar, se lleva a cabo la fundación de la Nueva Ciudad de Michoacán afuera del convento franciscano en el Valle de Guayangareo.
Al principio la nueva ciudad no contó con los objetivos deseados, el número poblacional era muy poco, pero tenían la esperanza de que esta creciera, es así como en 1543, y tratando de seguir con las ordenanzas del rey Felipe II, el alarife Juan Ponce hizo el trazo de la ciudad, en el centro, dejó un espacio para la plaza mayor de unos 130 m de ancho por unos 296 m de largo, superando las medidas establecidas en las ordenanzas en las que se dictaba que fueran de 600 pies de largo y 400 de ancho, y quedando en 1055 por 467 pies castellanos aproximadamente, esperaban con esto tener las bases de una gran ciudad.
Durante los primeros años de su nacimiento, la ciudad seguía con grandes problemas, desde políticos, demográficos y económicos, incluso tuvo varios cambios de título en menos de cuarenta años, iniciando como Nueva Ciudad de Michoacán, seguida por Pueblo de Guayangareo, Ciudad de Guayangareo y la última en 1578, Ciudad de Valladolid.
En lo que hoy es la Plaza Melchor Ocampo, se levantó con adobe y tejado a dos aguas, la primera sede catedralicia de la ciudad. Las autoridades eclesiásticas no estaban conformes con esa construcción primitiva, a la cual le ponían peros y peros, hasta que el 2 de marzo de 1660 el virrey duque de Alburquerque mandó un documento al Obispo Fray Marcos Ramírez del Prado para que se ejecutara la obra de la nueva catedral de “cal y canto”. Es el 6 de agosto de 1660, que el italiano Vicenzo Baroccio de la Escayola, inició nuestra grandiosa Catedral elaborada en cantera rosa, y fue tan grande la empresa que no le bastó la vida al arquitecto para verla concluida, pues duro 84 años en ser concluida.
La catedral, nuestro máximo símbolo, está dedicada a la Transfiguración del Señor, está trabajada en sillería desde sus cimientos, haciendo de esta forma muy cara su construcción, cuenta con planta de tres naves, la principal y dos procesionales con siete tramos transversales y un crucero, sobre este se levanta una cúpula octagonal, cuenta con una gran sala capitular y cuatro capillas que están a los costados de la entrada principal. Las puertas de acceso están revestidas por un magnífico trabajo en piel, de origen europeo, el edificio mide 77.10 m de largo por 30.50 m de ancho, su altura es de 19.60 m hasta el intradós de las bóvedas, y la cúpula alcanza los 40 m hasta la cruz del remate.
En el exterior la altura de las torres alcanza los 66.80 m y están divididas por el cubo y tres cuerpos, además que el estilo arquitectónico de todo el conjunto es de un barroco muy sobrio y elegante, al cual le llaman tablerado o también vallisoletano, haciendo referencia a que pareciera un retablo con líneas y nichos. En la fachada principal se encuentran tres portadas, la central está dedicada a la Transfiguración y las de los costados, una a la Adoración de los Pastores y la otra a la Adoración de los Reyes Magos, las portadas laterales que dan a las plazas, la del oriente está dedicada a la Virgen de Guadalupe y la poniente al Señor San José.
Desde sus inicios las órdenes monásticas empezaron a levantar templos y conventos de gran tamaño, los primeros fueron San francisco, como ya antes lo mencionamos, y poco tiempo después los agustinos levantarían la primera y más alta torre de la ciudad antes de ser terminada la Catedral. La Compañía de Jesús llegó con sus ilustres frailes a iluminar académicamente al Colegio de San Nicolás, El Carmen en la zona sur, fue el más austero, pero no por eso dejó de ser uno de los más grandes conventos que aún hoy podemos apreciar, La Merced en el poniente con su fachada barroca y sus columnas estípites que parece que flotan y Las Rosas y Monjas en donde las dominicas fueron el sostén espiritual de la ciudad.
San José por pertenecer al clero secular se levantó en la parte más alta de la ciudad, de estilo vallisoletano, de gran presencia, logra con sus torres vistas a lo lejos una composición simétrica con las de la Catedral. Con el tiempo arribaron los de San Juan de Dios, ubicados en unos de los costados de la Catedral, en los terrenos de lo que hoy es el hotel de los Juaninos, las monjas Capuchinas, hijas de los caciques, tuvieron una de las torres más elaboradas que hay dentro de la ciudad, con unos retablos de madera y hoja de oro que son de admirar, y San Diego, el más alejado, pero que hoy en día cuenta con una de las decoraciones más llamativas de Morelia.
Otra de las joyas más valiosas con las que está adornada la señorial Morelia es su acueducto, que en 1786, el Obispo Don Antonio de San Miguel manda levantar para contrarrestar la hambruna que en ese momento afectaba a gran parte de la población debido a las fuertes sequias, dejándonos uno de los acueductos más bellos que existen en México con sus 253 arcos de medio punto.
¿Qué podemos decir de ti Morelia que no sea digo de enorgullecernos? Por ejemplo, que un 30 de septiembre nació en ti, uno de los más grandes hombres de América, Don José María Morelos y Pavón, el hombre que logró los más grandes triunfos del movimiento de Independencia, y que por él se te cambió de nuevo el nombre un 16 de septiembre de 1828, que también son oriundos de aquí Doña Josefa Ortiz de Domínguez, los hermanos Michelena, García Obeso, Iturbide, y tantos y tantos hombres ilustres que te han llenado de gloria.
Que los saqueos que las Leyes de Reforma no lograron quitarte el esplendor que te caracteriza, y que aunque te viste afectada, sigues inmóvil y de pie, que eres centro cultural de grandes cosas, que sigues teniendo cambios, pero tu piel sigue siendo de un rosa majestuoso, que aunque en estos momentos nos encontremos encerrados en casa, sigue tu corazón latiendo, y que superaremos esto como tantas cosas has visto pasar, pronto regresarán tus conciertos y festivales, pronto volverás a ver las procesiones andar, pronto el ruido de la gente llegará para alegrarte, y pronto, muy pronto, nos volveremos a encontrar.