Por Rosario Herrera Guido
(A las maestras y maestros)
El aprendizaje de la vida debe dar,
al mismo tiempo conciencia de que la ‘verdadera vida’,
para tomar la expresión de Rimbaud,
no está tanto en las necesidades utilitarias
de las que nadie puede escapar
sino en el propio desarrollo
y en la calidad poética de la existencia,
de que para vivir cada uno necesita,
simultáneamente, lucidez y comprensión y,
con mayor amplitud,
la movilización de todas las capacidades humanas.
Edgar Morin, La cabeza bien puesta.
Proemio
En compañía del sociólogo y pensador francés Edgar Morin, espero mostrar que es posible arriesgar una hipótesis de trabajo: una poética de la complejidad, en la que la educación y la investigación respondan a un imperativo poético, una experiencia de encuentro más que de búsqueda obsesiva, libresca o documental, acumulación de capital de saber, repetición, que impide la creación e innovación del saber.
Como se sabe, entre los temas de Morin destaca la educación, que por extensión permite pensar también en la investigación. A partir de su libro La cabeza bien puesta. Repensar la reforma, reformar el pensamiento. Bases para una reforma educativa (Morin, Nueva Visión, 2002), la finalidad de la enseñanza debe ser crear cabezas bien puestas más que llenas de saberes: como enseñar la condición humana, iniciar en la vida, acceder a la poética de la existencia, afrontar la incertidumbre y enseñar a transformarse en ciudadanos de la Tierra.
Ya Michel de Montaigne, ensayista y poeta, famoso por su frase “Yo no busco, encuentro” (que más tarde repite Pablo Picasso y después Jacques Lacan), afirmaba que la enseñanza debe tener la cabeza bien puesta, en lugar de repleta de información. Para lo cual es preciso reformar el pensamiento, según los dos principios de Blaise Pascal: “Creo que es imposible conocer las partes sin conocer el todo y que es imposible conocer el todo sin conocer particularmente las partes”. Principios que permiten superar un conocimiento fragmentario que hace invisibles las interacciones entre un todo y sus partes, sin poder atender lo global y lo concreto, para remediar el divorcio entre el conocimiento científico y el pensamiento humanista, entre la episteme y la poíesis, la ciencia y la poética, en suma, vincular dos actividades del quehacer humano o dos culturas distanciadas.
Desde la filosofía griega se gesta una dicotomía metafísica, pues ésta, para pensar la realidad la divide y la jerarquiza, como dice Eugenio Trías, más allá o más acá de la actividad humana: episteme/poíesis, ciencia/poética. Por un lado la poíesis, “la causa que hace que lo que no es sea”(Platón, “El banquete”, Obras, Aguilar, 1974:585-586), acción creativa, saber hacer, productivo e inventivo, y la Tekne que en el principio significaban lo mismo, que no es un “hacer como”, razón instrumental técnica. Poíesis y tekne son la dimensión más vasta de la creación, pues abarca la cultura y el cosmos. Por otro lado, el conocimiento teórico: episteme, cuyo soporte es el lógos, principio, arke del cosmos (orden). Pero, como advierte Martin Heidegger: “[…] lógos designa con una sola palabra el ser y el pensar […] Ninguna cosa sea donde falta la palabra” (Heidegger, De camino al habla, Serbal, 1987:165). Una palabra que alumbra el ser, en los dos sentidos: que lo ilumina y lo hace nacer. De aquí la imperiosa vinculación de la poíesis al lógos, la creatividad a la episteme, la poética a la ciencia. Porque su tensión —según María Zambrano— ha sido “[…] la causa de vocaciones malogradas y de mucha angustia sin término anegada en la esterilidad” (Zambrano, Filosofía y poesía, F.C.E., 1987:13). Pues los hombres y las mujeres no se encuentran plenamente en la ciencia o en la poesía, ya que esta fragmentación les impide comprender la complejidaddel mundo. Mientras la poesía aspira al encuentro con la singularidad, el lógos de la filosofía o de la ciencia busca el concepto y el conocimiento universal.
Como el lógos —advierte Heráclito— debe ser comúnmente compartido, instaura —dice Jacques Derrida— el logocentrismo europeo, que debe ser reconstruido como un acto de resistencia a su poder. Recordemos que en nombre del Lógos de la cruz y el cañón fueron asesinados veinte millones de indígenas en el Nuevo Mundo, por no poseer un lógos comúnmente compartido.
Sin embargo, existe una dialéctica entre el pensamientoy lo poético, lo especulativo y la poesía, lo metafórico y lo científico —como propone Paul Ricoeur—, pues no existe uno sin lo otro. Cómo pensar en la creación de una hipótesis, un modelo científico o una invención sin la experiencia poética (Paul Ricoeur, “metáfora y discurso filosófico”, Metáfora viva, Europa, 1980, cap. VIII). Una poética en la que tiene una participación significante la dimensión inconsciente de la subjetividad, que “estructurado como un lenguaje” —según Lacan— atraviesa la racionalidad consciente, cuando el lenguaje se adelanta al pensamiento, como el viejo don de los dioses, pero que el pensamiento debe pulir con el cuidado con el que se pule un diamante. Porque la instauración de un sistema científico universal sería la muerte de la poética, como el reinado de una poética universal sería la muerte de la ciencia.
Los saberes para la educación del futuro
Edgar Morin, en Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (Morin, Nueva Visión, 2007), no propone un tratado sobre las materias que se deben enseñar, sino una serie de problemas olvidados, tanto por la educación como por la Universidad y el campo de lainvestigación:
1° Saber. “Las cegueras del conocimiento ante el error y la ilusión”, ya que ni para la educación ni para la investigación es relevante saber qué es conocer, cuando sólo el conocimiento del conocimiento permite afrontar los riesgos del error y la ilusión, que asedian a la inteligencia humana: “Para afrontar la dificultad de la comprensión humana habría que recurrir no a enseñanzas separadas sino a una pedagogía conjunta que agrupe al filósofo, al psicólogo, al sociólogo, al historiador, al escritor y esto se conjugaría con una iniciación en la lucidez” (Morin, La cabeza bien puesta, Nueva Visión, 2002:54).
2° Saber. “Los principios de un conocimiento pertinente”, capaz de abordar los problemas globales para inscribir los problemas locales, que exige aprender todos los métodos para captar las relaciones mutuas entre las partes y el todo, concibiendo al mundo como complejo. Edgar Morin no impone una bibliografía para comprender y aplicar los siete saberes, puesto que cualquier lector debe formarse su propia y cada país tiene su propia cultura. Octavio Paz, en El laberinto de la soledad, lo advierte: “El mexicano se esconde bajo muchas máscaras, que luego arroja un día de fiesta o duelo […] Y ahora, de pronto, hemos llegado al límite: en unos cuántos años hemos agotado todas las formas históricas que poseía Europa. No nos queda sino la desnudez o la mentira. Pues tras este derrumbe general de la Razón y la Fe, de Dios y la Utopía, no se levantan ya nuevos o viejos sistemas intelectuales, capaces de albergar nuestra angustia y tranquilizar nuestro desconcierto; frente a nosotros no hay nada. Estamos solos. Como todos los hombres […] Somos, por primera vez, en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres” (Paz, El laberinto de la soledad, F. C. E., 1993:209-210).
3° Saber. “La enseñanza y aprendizaje de la condición humana”, exige reconocer que el ser humano es biológico, psíquico, social, histórico y cultural. Una unidad compleja desintegrada en la educación a través de las disciplinas y que impide aprender lo que es el ser humano. Tanto en la educación como en la investigación hay que restaurar tal fragmentación, para que cada una de las partes muestre su identidad compleja y común a todos los demás seres humanos. El objeto esencial de cualquier educación e investigación debe ser la condición humana, a través de las ciencias de la naturaleza, las ciencias humanas, la filosofía y la literatura, que permiten reconocer la unidad y la diversidad de lo humano. Como propone Morin: “El siglo XXI deberá abandonar la visión unilateral que define al ser humano por la racionalidad (homo sapiens), la técnica (homo faber), las actividades utilitarias (homo economicus), las necesidades (homo prosaicus). El ser humano es complejo y lleva en sí de manera bipolarizada los caracteres antagónicos: sapiens y demens (racional y delirante), faber y ludens (trabajador y lúdico), empíricus e imaginarius (empírico e imaginador), economicus y consumans(económico y dilapilador), prosaicus y poeticus (prosaico y poético)” (Morin, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, Nueva Visión, 2007, pp. 57.58). Los progresos de la complejidad y la creación —Morin dixit— se beben a la dialógica sapiens<—>demens, que es creadoray destructora, pues para crear hay que destruir, cincelar la roca para esculpir, pergeñar o herir el papel para escribir, talar el paisaje para edificar y trazar y pincelar la tela para pintar, escandir el tiempo lineal para crear otro tiempo en el tiempo, el instante, para crear literatura. Ya Platón advertía que Dike, la ley sabia, es hija de Ybris, el desenfreno. Por ello, permítanme responder a la pregunta de Descartes “¿Estoy dormido o estoy despierto?”: Estás despierto y sigues soñando. Un límite que Sigmund Freud llama preconsciente y Eugenio Trías frontera o limes, entre la conciencia moderna ilustrada y el inconsciente nocturno de los románticos. La única frontera habitable por este ser del límite que es el ser humano.
4° Saber. “Enseñanza-aprendizaje de la identidad terrenal”. Como el destino planetario del género humano es ignorado por la educación y la investigación social, es preciso estudiar e investigar la historia de la era planetaria, que comienza con la comunicación de los continentes en el siglo XVI, y que muestra la solidaridad de todas las partes sin ocultar sus opresiones. La complejidad de la crisis planetaria del siglo XXI, muestra que todos los seres humanos comparten un mismo destino, que exige una ética de la solidaridad y la comunidad.
5° Saber. “Enfrentar las incertidumbres”. Las ciencias han permitido adquirir muchas certezas y revelado múltiples incertidumbres. La educación y la investigación deben comprender las incertidumbres hasta en las ciencias físicas (microfísica, termodinámica, cosmología), en las ciencias biológicas y en las ciencias históricas. Parafraseando al maduro Isaac Newton: Al final de mi vida, descubro que sólo he sido una muchacha que caminando a la orilla de la playa, unas veces he encontrado unas conchas más bellas que otras, pero siempre ante el inmenso océano de la verdad. Hay que navegar en el mar de la incertidumbre a través de los archipiélagos de las certezas. Para lo que se requiere una actitud poética, que alumbre esta larga noche del mundo, con una verdad olvidada: la poética, que potencia la vida, el razonamiento político y jurídico, como Martha Nussbaum con su Justicia poética, que rescata la imaginación para el derecho, una parte importante de la racionalidad pública, que no debe ser sustituida por el razonamiento normativo; una imaginación poética que es esencial de una actitud ética, para una sociedad más justa.
6° Saber. “Enseñar la comprensión”: medio y fin de la comunicación humana. Una gran ausencia en la enseñanza y la investigación social. Para lo que se requiere de una reforma de mentalidades, una reforma del pensamiento. Esta es la tarea para la educación y la investigación social en el siglo XXI, donde no cabe la descalificación. Lo advierte Clement Rosset: “[…] la descalificación […] evita cualquier esfuerzo de inteligencia del objeto descalificado, de manera que un juicio moral traduce siempre un rechazo al análisis e incluso al pensamiento” (Rosset, Le démon de la tautologie, Minuit, 1997:68). La comprensión entre los seres humanos, próximos y extraños, es indispensable para superar la barbarie de la incomprensión. Entonces es indispensable estudiar la incomprensión, sus raíces, modalidades y efectos, las causas del racismo, la xenofobia y el desprecio, no sólo sus señales de alarma, para construir las bases de la educación para la paz. Hay que comprender que el narcisismo exacerbado, delirante, rechaza al diferente al extremo de tratar de eliminarlo. Como revela Morin: “Etnocentrismo y egocentrismo nutren las xenofobias y racismos hasta el punto de llegar a quitarle al extranjero su calidad de humano. Por esto, la verdadera lucha contra los racismos se operaría más contra sus raíces ego-socio-céntricas que contra sus síntomas” (Morin, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, Nueva Visión, 2007:95).
7° Saber. “La ética del género humano”, exige una “antropo-ética”, para los hombres y las mujeres, pues son ternarios: individuo <—> sociedad-cultura <—> especie. La ética individuo/especie necesita un control mutuo de la sociedad y de la cultura por el individuo y del individuo por la sociedad y la cultura a través de la democracia, puesto que la ética individuo <—> especie convoca a la ciudadanía terrestre del siglo XXI. La ética no se enseña ni se aprende con lecciones de moral, se forma en las mentes a través de la conciencia de que el ser humano es individuo, parte de la sociedad y la cultura y de la especie. Son pues necesarios una política del hombre, una política de la civilización, una reforma del pensamiento, una antropoética, un auténtico humanismo y la conciencia de la Tierra-Patria, para reducir la ignominia en el mundo (Morin, Politique de civilisation, Arlea, 1997). De lo que se desprenden las dos finalidades ético-políticas para el Tercer Milenio: 1) establecer una relación de regulación entre la sociedad y los individuos por medio de la democracia y 2) concebir a la humanidad como una comunidad planetaria, con la toma de conciencia de la “Tierra-Patria”, para realizar la ciudadanía terrenal. Lo destaca Edgar Morin: “La comunidad de destino planetaria permite asumir y cumplir esta parte de la antropo-ética que concierne a la relación entre el individuo singular y la especie humana como un todo” (Morin, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, 2007, p. 113). Lo acentúa el poético pensamiento de Reyna Carretero Rangel: “Ética hospitalaria que obliga y doblega la tradición del rechazo y que exige una política, una justicia para cada vez más millones ‘sin papeles’ y “sin domicilio fijo”, donde emerge otro derecho internacional, otra política de fronteras, otra política de lo humanitario para acceder a las ‘ciudades hospitalarias’. Cada ciudad un hogar. Gran salto cualitativo; verdadero primer ‘paso a la luna’ para la humanidad” (Reyna Carretero, Comunidad trashumante y hospitalaria como identidad narrativa, El Colegio de Michoacán, 2012:44).
Para pensar y poetizar una reforma de la educación
Los siete saberes necesarios para la educación y la investigación del futuro exigen una reforma del pensamiento y una reforma de la universidad y las instituciones de educación superior:
1. Que involucre una reorganización general a través de la instauración de facultades, institutos, departamentos, unidades académicas pluridisciplinarias en torno a un núcleo sistémico (ecología, ciencias de la Tierra, cosmología, geografía física y humana), que como tienen en común el ecosistema deben constituir la Facultad de la Tierra.
2. Una reforma que agrupe la epistemología, la filosofía del conocimiento y las ciencias cognitivas en la Facultad del Conocimiento. La gran misión de la filosofía: contribuir a la conciencia de la condición humana y al aprendizaje de la vida. Morin lo destaca: “En este sentido, el filósofo debería estimular la aptitud crítica y autocrítica, fermentos irremplazables de la lucidez y alentar la comprensión humana, tarea fundamental de la cultura” (Morin, La cabeza bien puesta, Nueva Visión, 2002:57).
3. Una reforma que incluya las diversas ramas de la biología, la biotecnología, la medicina, la antropología médica y la bioética, que resuelva la división de las ciencias biológicas y de la salud agrupándolas en la Facultad de la Vida.
4. Una reforma que funde la Facultad de lo Humano, que convoque la prehistoria, la antropología biológica, la antropología cultural, las ciencias humanas, sociales y económicas, las relaciones entre la ciencia, la ética y la política.
5. La Facultad de Historia, que agrupe la historia regional, nacional y mundial, la filosofía de la historia, además del estudio de las civilizaciones de Asia, África y América. Aunque Morin anhela más: “Lamentablemente no existe todavía una noología, ciencia consagrada a la esfera de lo imaginario, de los mitos, de los dioses, de las ideas, es decir, de la noosfera” (Morin, La cabeza bien puesta, Nueva Visión, 2002:56).
6. La Facultad de Letras, que concentre las ciencias del lenguaje, la lingüística, la semiótica, la semiología, la literatura, las relaciones entre la literatura y las ciencias humanas, la poética y la escritura, además de las artes. Lo canta Morin: “En la novela, el cine, el poema, la existencia despliega su miseria y grandeza trágica, con el riesgo del fracaso, del error, de la locura. En la muerte de nuestros héroes experimentamos por primera vez la muerte” (Morin, La cabeza bien puesta, Nueva Visión, 2002:51-52).
7. La Facultad de las Ciencias Tecnológicas que aglutine las ingenierías, tomando en cuenta el desarrollo sustentable. Sólo el encuentro entre la ciencia y la poética pueden frenar el mercado global que está dilapidando los recursos naturales. Lo canta Octavio Paz: “La poesía es el antídoto de la técnica y del mercado. A eso se reduce lo que podría ser, en nuestro tiempo y en el que llega, la función de la poesía. ¿Nada más? Nada menos” (Paz, “La otra voz”, Obras Completas I, F.C.E., 1994:592).
8. Y la Facultad de la Mundialización, que enseñaría e investigaría esta problemática, además de coordinar la investigación, la elaboración de tesis y la expedición de grados transdisciplinarios.
“Para una “poética de la complejidad”, nada como la narrativa poética de Edgar Morin: “La poesía, que forma parte de la literatura y, al mismo tiempo, es más que la literatura, nos introduce en la dimensión poética de la existencia humana. Nos revela que vivimos no sólo prosaicamente —sometidos a la utilidad y a la funcionalidad— sino también poéticamente la Tierra, entregados al deslumbramiento, al amor, al éxtasis. Nos comunica, por medio del poder del lenguaje, con el misterio, que está más allá de lo decible” ((Morin, La cabeza bien puesta, Nueva Visión, 2002:47).