Por Rosario Herrera Guido
El concepto de ‘creación’ es muy amplio, ya que ciertamente todo lo que es causa de que algo, sea lo que sea, pase del no ser al ser es ‘creación’, de suerte que todas las actividades que entran en la esfera de todas las artes son creaciones y los artesanos de éstas, creadores o poetas (…) del concepto total de creación se ha separado una parte, la relativa a la música y al arte métrica (…)
‘Poesía’, en efecto, se llama tan sólo a esta, y a los que poseen esa porción de ‘creación’, ‘poetas’.
Platón, El banquete o del amor.
I
En esta conferencia espero mostrar que tanto el sentido original y la actualización de la poíesis griega, para nuestro tiempo y el por venir, permiten no sólo pensar en la vecindad entre la filosofía y la poética, sino en una poética que se despliegan en la cultura, para impulsar una cultura creativa, sin la que el mundo humano y sus creaciones estarían en peligro de sucumbir. Y cuya consecuencia debería reflejarse en unas políticas públicas y programas artísticos y culturales que permitan superar la barbarie a la que esta patria llena de fosas parece estar condenada.
II
El epígrafe con el que abro, evoca un pensamiento que espera ser el eje conductor de esta conferencia, pues son las palabras, según Sócrates, de una mujer a la que llama su maestra, Diótima de Mantinea, con las que le hace saber lo que es la poíesis: creación; permítanme agregar invención. Poco importa constatar la existencia histórica de Diótima, pues son las palabras de una voz femenina susurradas en medio de un banquete nocturno, sin las que Sócrates no se atreve a disertar sobre la creación, en un tiempo en que las mujeres son consideradas inferiores a un asno.
Poíesis es y sigue siendo el concepto griego que mejor expresa la dimensión más vasta de la creación, la producción y la invención humanas. “Poíesis es la causa que hace, que lo que no es, sea” (Platón, “El banquete, o del amor”, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1974:585-586). También se conserva, gracias a Martin Heidegger, el sentido originario de la poíesis griega (que equipara a la tekne, que todavía no es el olvido del ser), sino poética, la esencia de toda creación y todo arte (Heidegger, “La pregunta por la técnica”, Conferencias y artículos, Barcelona, Serbal, 1994:9-37).
Un pensamiento que también late en las reflexiones sobre lo poético en Octavio Paz, para quien lo poético resuelve la oposición entre naturaleza y cultura, pues la poética crea un puente entre lo interior y lo exterior formando un todo. Porque lo poético, precisa Paz, no es algo que está fuera o dentro de nosotros, sino algo que hacemos y que nos hace (Paz, El arco y la lira, México, F. C. E., 1979:168).
En compañía de Eugenio Trías, propongo que como hemos sido arrojados a la vida sin poder determinar el fundamento del hecho mismo de existir, para mitigar el vértigo ante este agujero ontológico los seres humanos buscamos la causa de existir, y de múltiples y sofisticadas maneras (re)signamos la ausencia de fundamento de nuestra existencia. Como advierte Fernando Savater, el animal busca el alimento, la pareja y la guarida, y tras que los encuentra descansa o duerme; el hombre en cambio es rebuscado, pues cada vez que encuentra un objeto apetecido se relanza a desear otro (Savater, Política para Amador, Barcelona, Ariel, 1992:26-27). Como no hay forma de encontrar la causa última de nuestra existencia, tratamos de responder a ese silencio con un creativo deseo de sentido de nuestra existencia (Trías, El árbol de la vida, Barcelona, Destino, 2003:73).
A este deseo de sentido responde el lenguaje, más ampliamente, el orden simbólico, que es una potencia de la creación humana para crearnos y recrearnos, y que se expresa en la huella, el rasgo, el monumento, el jeroglífico, el signo, el mito, los símbolos artísticos y religiosos, la lengua materna, el lenguaje científico, el matemático y ahora los ordenadores. Expresiones del orden simbólico por las que se han interesado filósofos y pensadores como Georges Bataille, Claude Lévi-Strauss, Roland Barthes, Michel Foucault, Jacques Derrida, Eugenio Trías, Sigmund Freud, Jacques Lacan, Bertrand Russell o Luwig Wittgenstein, entre otros.
Una falta de fundamento de la existencia que incita a la creación, la invención, la hipótesis, la interpretación, la creación de nuevas realidades, conocimientos, melodías, sabores, imágenes, ritmos y metáforas. Así, la creación, ante el poder del vacío de sentido deviene expresión. Y las mujeres y los hombres dibujan el vacío que les habita, crean un objeto que ponen a consideración de los demás y la cultura, la tradición, el presente y el porvenir.
Una creación que no se reduce a la dimensión artística sino que abarca todo el quehacer humano. Sobre el silencio de la página en blanco de la existencia, el claro en el bosque, la solitaria pared, la árida planicie, nacen nuevas palabras, formas y conceptos, templos, pinturas, danzas, salmos, jardines de las delicias. La vida creativa de las mujeres y los hombres se esfuerza en llenar ese vacío ontológico que abre la causa ignota de la existencia de su ser.
Y gracias a que no se colma, la existencia creativa sigue su curso, contra viento y marea, como en el cuento poema la Caza del Snark de Lewis Carroll, y se lanza a crear nuevas leyes que sean más justas, proponer originales formas artísticas, incursionar en otras interpretaciones, perfeccionar el conocimiento, hasta topar incluso con lo inexpresable, a pesar de que la pulsión destructiva se opone a la creatividad con toda la fuerza de la monstruosidad: los campos de concentración, la guerra, las masacres, la crueldad, la discriminación de los diferentes, la explotación de los humildes y el rechazo de otras culturas.
Sigmund Freud, en El malestar en la cultura, justo porque parte de las pulsiones de vida y de muerte, concluye que no son fuerzas destinadas a la armonía, y advierte que si la cultura no quiere sucumbir, es necesario que las pulsiones de muerte se pongan al servicio de las pulsiones de Eros o vida; y también alerta que una cultura no merece sobrevivir si no le da acceso a las mayorías a la sublimación, es decir, a la creación y disfrute de la creatividad y las creacionesartísticas (Freud, “El malestar en la cultura”, Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1979, t. XXI).
El arte —advierte Octavio Paz—, ante este vacío de fundamento de la existencia, crea un nuevo tiempo en el tiempo, otro espacio en el espacio. El tiempo de la música, la danza, la poesía y la literatura, como negación de los diversos tiempos: el cronométrico, la temporalidad y la duración. Y las artes del espacio crean un nuevo espacio en el espacio. Un cuadro remite a otro espacio; la obra arquitectónica altera el espacio, pues crea un segundo espacio donde vivimos y morimos (Paz, Claude Lévi-Srauss o el nuevo festín de Esopo, México, Joaquín Mortiz, 1987:56-58).
Al lado de Sören Kierkegaard, considero que el tiempo de la creación es el instante que, en oposición a la duración de Henri Bergson afirma: “El instante es un átomo de eternidad” (Kierkegaard, L’existence (Textes Choisis), París, PUF, 1972:152). En palabras de Paz, el instante de la creación es la experiencia y la expresión de lo que siempre está sucediendo, incluso de lo que pasó y encarna de nuevo, como el tiempo mítico, circular, que introduce, según Gilles Deleuze, la repetición y la diferencia (musicalmente hablando: variaciones de un mismo tema).
III
La relación entre la poética y la cultura —dice Paz— es un tema moderno, pues en la antigüedad la poética era el fundamento de la cultura como mito, tragedia y épica. Pero como la modernidad exilia a la poética, por inútil, irracional, improductiva y (mal)dita, es decir (mal)dicha, la condena como maldita, enemiga de una sociedad que sustituye el plan de la salvación divina por la fe en el progreso y en la gloria de un futuro promisorio a través del Estado, el derecho, la ciencia y la técnica. Todo un Paraíso en la Tierra que se perdió en el humo de dos siniestros hongos de muerte, Hiroshima y Nagasaki (Paz, El signo y el garabato, Joaquín Mortiz, 1975:14-30). Por ello, la preocupación por rescatar la continuidad entre la poética y la cultura, permite comprender la vida creativa como una poíesis-tekne, que debe prevalecer por sobre el extermino y la destrucción, de la técnica como dominio y autodominio.
Hay una poética del lenguaje, pues cada palabra es metáfora de la cosa nombrada. Una poética del lenguaje como acto inaugural de la cultura, como creación y recreación, como un saber hacer que nos hace. Pero no en el sentido técnico, que no sabiendo cómo hacer se hace como, se repite el modelo de la reproducción técnica, como abandono del ser, ya que no se trata de una acción sobre algo sino que se sufre —dice Heidegger— un destino (Ge-shick), que escapa al propio control y a todo fin ético. Parafraseando El Hombre unidimensional de Herbert Marcuse: tecnocracia y burocracia, ingeniería social y pedagogía, ortopedia del yo, reforzamiento de la conducta, son unas de tantas formas del destino de los sujetos cosificados (Marcuse, El hombre unidimensional, Barcelona, Seix-Barral, 1969:171-196).
En cambio, la poética, que es la dimensión más vasta de la creación, permite descubrir lo original, auténtico y diferente de las culturas. La poética como vida creativa, permite el conocimiento de sí, de los demás y el mundo, a través de la experiencia interior y colectiva, la ética y la política, el mito y la historia, lo cósmico y lo cultural.
Hoy más que nunca requerimos resolver, diluir y rechazar las dicotomías metafísicas que tanto han empobrecido la vida creativa. Es preciso oponernos a la ilustración moderna que opuso la razón a la fantasía, la inteligencia a la sensibilidad, la racionalidad a la locura, la vigilia al sueño. Tal vez habría que responder hoy a Descartes, tras el descubrimiento de la dimensión inconsciente de la subjetividad, que no estamos dormidos ni despiertos, sino que estamos despiertos y seguimos soñando. Un punto de contacto entre la filosofía y la poesía, la ciencia y el arte, la inteligencia y la vida. Como sostiene Paul Ricoeur, al decir que existe una dialéctica entre lo metafórico y el pensamiento, la poética y lo especulativo, asegurando que no puede existir uno sin lo otro, y que lo poético se nutre de las grietas que existen entre los distintos modos especulativos y científicos. Porque es imposible pensar en la creación de una hipótesis, modelo científico o una invención sin la experiencia poética, ese lenguaje que adelanta al pensamiento, como si fuera un mítico don de los dioses, al que el pensamiento debe pulir con el cuidado con el que se pule un diamante. Porque, como advierte el mismo Paul Ricoeur, la instauración de un sistema científico universal presupone la muerte de la poética, del mismo modo que una poética universal es la muerte de la racionalidad de cualquier sistema de pensamiento filosófico o científico. Pero como esto no es posible, Ricoeur nos invita a celebrar el poder de la vida del ser y del no ser (Paul Ricoeur, “Metáfora y discurso filosófico”, Metáfora viva, Madrid, Europa, 1980, cap. VIII).
IV
Parece que hablo de una poética de la cultura ilusa, más ante el espectáculo del “Casino Global” (como dice Eugenio Trías), o la existencia apantallada. Pero no se trata de una utopía, sino de una Eutopía, el mejor lugar, en el que la creatividad sea y siga siendo revelación y oráculo no sólo de nuestro pasado sino de nuestro destino. Lo evoca Octavio Paz al advertir que la poesía lleva a cabo los mismos ideales terapéuticos de la religión, pero sin prometer la inmortalidad ni condenar la vida.
El fundamento de la creatividad poética de nuestra cultura es una Piedra de sol, una rueda del tiempo mítico mexica,que narra el viaje circular de Quetzalcóatl desde su nacimiento, pasando por su derrota, hasta su trágico y oceánico retorno. Se trata de una creatividad poética instantánea que gira en torno al deseo de regresar al instante germinal de la creación, en un intento irrenunciable por acceder al fundamento inexpresable de nuestra existencia. La creatividad poética es la Piedra de sol que alude, en palabras de David Huerta: “…a las realidades simbólicas, astronómicas y vitales de los ciclos que constituyen la existencia cósmica y la individual” (David Huerta, “El laberinto de las once sílabas”, Durán e Hiriam (Com.), Homenaje a Octavio Paz, México, Fundación Octavio Paz, 2001:11). Una poética que se opone al tiempo lineal que introduce el cristianismo, y que recoge como evangélica herencia la modernidad, en forma de historia y progreso, así como de esperanza mesiánica en el futuro.
Sin la creatividad poética es imposible comprender las culturas, porque influye en la filosofía, la ética, la política, la historia, la estética, la ciencia y la técnica, así como en la amistad, el placer, el erotismo, el amor a los dioses y al prójimo. Unas palabras del romántico Percy Shelley, en Defensa de la poesía, alumbran este sendero: “La Poesía es el más infalible heraldo, compañero y seguidor del despertar de un gran pueblo que se dispone a realizar un cambio en la opinión o en las instituciones. En tales períodos hay una acumulación del poder de comunicar y recibir intensas y desapasionadas concepciones respecto del hombre y de la naturaleza” (Shelley, Defensa de la poesía, Barcelona, Península, 1986:65).
Desde el principio de los tiempos las mujeres y los hombres han sido impulsados por una creatividad vital, que satisface la contemplación y el diálogo íntimo (diánoia), la fiesta y el duelo, artes de la comunión. La prolongación entre lo íntimo y lo público, la mística y la comunión, la poíesis y la cultura, justifica proponer la continuidad entre la poíesis y la cultura, como condición de posibilidad de una filosofía poética que se despliega en la cultura, las ciudades y los pueblos.
En compañía de Eugenio Trías, el rescate y la actualización de la poiesis griega para nuestro tiempo y el por venir, exige que la creatividad vaya de la mano de Eros, es decir del deseo, para que se pueda elevar hacia fines trascendentes, más allá de lo inmediato, la verdad, el bien y la belleza, para que puedan descender a la polis, la ciudad y el pueblo, como creación. De lo contrario, sin fines trascendentes, la poíesis, la creatividad, en lugar de desplegarse en la ciudad como creación, se degrada a la reproducción técnica de la modernidad (Trías, El artista y la ciudad, Anagrama, 1976). Reduciendo la ciudad como obra de arte, a la acumulación de los desechos industriales, las ruinas y la basura. En realidad no hay más trascendencia y espiritualidad en un Estado republicano y laico, que esta aspiración a rescatar y actualizar la poíesis y el Eros griego en bien de la ciudad como obra de arte.
Sin embargo, el filósofo italiano Giorgio Agamben, en su libro sobre la genealogía del poder en Occidente, pone a la luz la doble estructura del gobierno, la correlación entre autoridad y potestad, entre Reino y Gobierno, que interroga la relación entre la Economía y la Gloria, entre el Gobierno no como gestión eficaz y el Poder como Majestuosidad, ceremonial y liturgia, dos aspectos descuidados por filósofos y politólogos, dejando de lado preguntas tan necesarias como urgentes: ¿Por qué el poder necesita la Gloria? Si el gobierno es capacidad de acción, ¿por qué asume la forma gloriosa de los sermones, la prédica, las ceremonias y las declamaciones? Preguntas todas, cuando la verdad del Estado está puesta en duda, que descubren la relación entre la Economía y la Gloria, como la estructura de la máquina gubernamental religiosa, confesional y devota (Agamben, El reino y la gloria, Adriana Hidalgo, 2008:13-23).
V
Cultura procede del latín cultus (culto), que desde el siglo XV designa a una persona cultivada e ilustrada, iluminada por la razón, pero también refiere a la conciencia de la muerte como esencia humana, pues en el origen de la cultura hay un asesinato mítico, a cuya violencia y misterio se le rinde culto, un cuidado universal y michoacano, para el que se realizan rituales y edifican templos, donde se les canta a los dioses primeros y a los mortales, a los que se les esculpe, pinta, canta, toca música y danza, permitiendo el encuentro —como dicen Nietzsche y Octavio Paz— de todas las artes del espacio y el tiempo (las artes pláticas y las poético-musicales, a través de una estética espaciotemporal). Porque las artes del tiempo crean otro tiempo en el tiempo, como las artes del espacio crean otro espacio en el espacio, como una forma de trascender, de ir más allá del aquí y ahora, y más allá de la muerte. Como la arquitectura, que crea otro espacio, donde nacemos, amamos, soñamos y morimos.
Por ello lo humano en la cultura crea la diferencia entre la desnudez y el vestido, lo crudo y lo cocido, la violencia y el diálogo, la democracia y la dictadura, que elevan a la humanidad por encima de su condición animal, que tras resolver sus necesidades individuales y colectivas, aspira a dar libre curso a su deseo, permitiendo el encuentro entre la inteligencia y la creatividad por sobre la irracionalidad y la esterilidad, la libertad en lugar de la sumisión, la democracia en vez de la servidumbre y el sometimiento al amo (quien quiera que asuma esta imposible impostura), en el horizonte de una cultura para todas y todos, en una sociedad republicana, democrática y plural, que gracias a una política cultural incluyente permita el acceso, promoción y difusión de la cultura, con equidad de género, en la que se encuentren la cultura tradicional y la universal, la ciencia y el arte, que cual acto poético, al transformar el mundo transforme a la sociedad mexicana y michoacana, protegiendo el fin último de la cultura: resguardar, promover y transmitir el amor a lo humano.
Como una respuesta a los acuciantes problemas de nuestro tiempo, que preso del desengaño reclama un conocimiento práctico, que no sólo interprete sino que proponga un pensamiento filosófico, activo y creativo, en el marco de la Cuarta Transformación, en el que es imperioso tener respuestas realizables para la convivencia humana, la sociedad laica y multicultural, frente al imperialismo y el crimen organizado globalizados, ante los conflictos étnicos y religiosos, así como los problemas que enfrenta la tecnología, la medicina, la ingeniería genética, la opresión en todas sus formas, la discriminación de los diferentes, la marginación, el hambre mundial y nacional, la todavía incipiente democracia, la corrupción y la impunidad, la problemática de la educación para la libertad, la explotación inicua, la vejación de los derechos humanos, el descrédito de los valores y la política, además de la lenta agonía de la Tierra.
Respuestas que permitan superar la confrontación y alcanzar la cohesión social, pero no a través de una unidad monolítica y mortal. Pues como advierte el escritor Carlos Fuentes en su novela Los años con Laura Díaz: “Hay que cambiar la vida, dijo Rimbaud. Hay que cambiar el mundo, dijo Marx. Los dos están equivocados. Hay que diversificar la vida. Hay que pluralizar el mundo. Hay que abandonar la ilusión romántica de que la humanidad sólo será feliz si recupera la unidad perdida. Hay que abandonar la ilusión de totalidad. La palabra lo dice, hay sólo un paso entre el deseo de totalidad y la realidad totalitaria” (Carlos Fuentes, Los años con Laura Díaz, Alfaguara, 1999:420).
Una filosofía poética que se despliegue en la cultura como: 1) arte urbano, fuera del mausoleo del museo; 2) rescate de los espacios públicos para las artes; 3) embellecimiento de las ciudades, los barrios y los pueblos; 4) instauración de ciudades hospitalarias; 5) fundación de ciudades educadoras 6) impulso al arte, la creatividad y su disfrute, a través de arte itinerante: cine, teatro, escultura y talleres de creación artística; 7) apoyos y becas para grupos artísticos, artistas en formación y creadores con trayectoria; 8) apoyo e impulso al arte popular; 9) programas de educación artística, crítica de arte e investigación estética; 10) creación de centros de información e investigación del arte y la cultura en cada Estado y 10) apoyo e incremento del patrimonio cultural, como un tema de primer orden en la agenda social, pues no habrá riqueza material y superación de la pobreza sin riqueza artística, educativa y cultural.
Desde luego que se puede objetar que muchas de estas propuestas ya se han concretado. Sí, pero con todos los vicios de las mafias y dinastías apropiadas de las instituciones, sus puestos, becas hasta premios. Como parte de la corrupción y la impunidad que también ha infiltrado al arte y la cultura en México.
Parafraseando al filósofo francés Jacques Ranciere, desde una perspectiva de izquierda, que no es otra que la igualdad: El arte, la cultura y la educación deben tener a la igualdad como principio y no como fin, si es que en realidad no se quiere reproducir la desigualdad que se propone suprimir”(Ranciere, “Prefacio”, El maestro ignorante, Laertes, 2009).
* Resumen de la Conferencia Magistral dictada en el Foro “El papel de la Filosofía en la Transformación de México”, en el marco de la Cuarta Transformación. Convocado por la Red de Liberales por la Transformación de México, A. C., en coordinación con el H. Ayuntamiento de Morelia y la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Teatro Rubén Romero, Morelia, 16 y 17 de mayo de 2019.