Por Rosario Herrera Guido
Morelia, Michoacán.- En un portal de Belén
nació un clavel encarnado
que por redimir al mundo
se volvió lirio morado.
Villancico de Navidad, Poesía popular española.
Octavio Paz (1914-1988), el poeta y ensayista mexicano más laureado y polémico de la segunda mitad del siglo XX, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1990, amante de la crítica y famoso mundialmente por sus libros El laberinto de la soledad, El arco y lira, la otra voz, y sus libros de poesía Libertad bajo palabra, Ladera Este y El mono gramático, también se interesó por el gran tema de occidente: la Redención. Basta recordar que, luego de una larga charla de café, en la que Octavio Paz descubre que el escritor y filósofo francés Jean-Paul Sartre, desconoce por completo a los místicos, como Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz, no sólo se decepciona del filósofo sino que le reprochar su desprecio por el tema de la Redención, (Octavio Paz, “Memento”, Hombres en su siglo, Planeta, 1992).
Octavio Paz, en su ensayo “El lirio y el clavel” (Octavio Paz, Al paso, Seix Barral, 1992), Octavio Paz, como buen amante de la memoria, recuerda que entre sus libros de infancia se encontraba una antología de poesía popular española. Se trataba de una de sus primeras lecturas poéticas. Entre todos los poemas que leyó, el que más evoca como inolvidable es una copla que con el tiempo pasó a formar parte de los más cantados villancicos navideños. Cuatro versos de los que Paz no deja de acentuar su asombro y las profundas meditaciones en que lo sumergieron. Al punto de confesar su sorpresa de descubrirse con frecuencia repetirlos mentalmente: En un portal de Belén / Nació un clavel encarnado / que por redimir al mundo / se volvió lirio morado.
Cuatro versos en los que Octavio Paz, cual intuición poética, reconoce todo el cristianismo, la historia de la salvación y sus misterios. Paradigmáticamente los dos más grandes misterios, que también son nuestros grandes misterios: el nacimiento y la muerte. Pero el nacimiento y muerte de Jesús de Nazaret guardan otro misterio mayor: la Redención. El villancico de la rosa y el clavel no narra una historia, muestra, como todo poema, en un tiempo espiral que siempre retorna, con lo mismo y lo nuevo, lo que siempre está sucediendo. Un poema al que difícilmente puede alumbrar la teología, sólo la poesía, con su caleidoscopio de imágenes al más acompasado ritmo.
El clavel es el niño Jesús, encarnado en una flor popular; la sublime imagen de la encarnación del espíritu en la carne de los hombres y las mujeres. El lirio es una flor espiritual, con su arcana mezcla entre el carmín y el azul celeste: el morado, la mezcla de la sangre y el cielo, la encarnación de su nacimiento y la transfiguración de la sangre en el sacrificio.
El secreto —afirma Octavo Paz— es un secreto a voces, pues todos los mortales lo compartimos, al participar en la redención del mundo, lo sepamos o no.
Seguramente Octavio paz leyó muchos poemas y literatura sobre la Navidad. Tanto la poesía popular como la culta le pareció espléndida en cánticos al nacimiento de Jesús. Y también leyó villancicos de Luis de Góngora, Lope de Vega, y Sor Juana Inés de la Cruz. Pero ninguno le pareció de tanta sencillez, belleza y profundidad como “El lirio y el Clavel”. Un cantico que Octavio Paz resume en una frase de William Blake: “Una gota de agua en la que cabe un mundo”.