Por: Rubén Alcántar
Morelia, Michoacán.- Al comienzo del presente año, las expectativas económicas para nuestro país no resultaban ser precisamente las más alentadoras, y era de entenderse tras un año de con una contracción económica del -0.1%, que si bien resulta mínima, al final del día es un importante desaceleramiento en el crecimiento económico para un país acostumbrado a crecer al menos en un 2% anual; importantes retos como la baja en la actividad económica, la disminución en la inversión, tanto pública como privada, un ambicioso y poco probable plan fiscal, y una serie de medidas gubernamentales muy poco convencibles, hacían que el 2020 resultara un año que, si algún adjetivo debiera de ponérsele, este seria, complicado.
El pasado viernes se publicó el Índice Global de Actividad Económica (IGAE) por parte del INEGI, correspondiente al mes de febrero, último mes sin las afectaciones del COVID-19, los resultados no sorprenden, una reducción del -0.2% en cifras desestacionalizadas respecto al mes pasado y de -1.6% con respecto al mismo mes en el año anterior, cifras que únicamente nos remarcan lo mal que ya venía comportándose la actividad económica desde el año anterior.
En el transcurrir de Febrero del año anterior, a febrero del año en curso, las cifras ubicaron una alarmante reducción del -8.3% en el sector primario y del -3.5%, dejando al sector terciario (servicios) como el menos afectado con tan solo -0.3%. Esto nos demuestra claramente que, desde hace un tiempo las cosas no venían funcionando precisamente bien incluso antes de que las externalidades comenzaran a golpearnos.
Esta baja en la actividad económica evidentemente afectó directamente al que quizá sea el indicador relacionado de mayor interés para la población en general, el empleo, para el mes de febrero el aumento en la desocupación con respecto al mismo mes en el año anterior represento un 0.3%, es decir, se perdieron empleos debido a esta baja en la actividad económica.
El estimado de crecimiento para este año ya se situaba en una posible contracción o en un estancamiento en el mejor de los casos, algo muy alejado de la esperanza del gobierno de un 1.2% o 2%, las señales estaban dadas, y haciendo referencia al dialogo entre el gobierno entrante y el saliente en 1994, “-La economía estaba prendida de alfileres” y el gobierno actual, como en aquella época, llego a quitárselos, ¿el resultado? Una debacle interna, con la cual habríamos de haber lidiado durante todo el año.
Sin embargo, al estar una economía prendida sobre alfileres, tan frágil internamente, cualquier externalidad resulta mortal para ella, lo que habría de haber sido una crisis política y económica de dimensiones relativamente “normales” por crudo que ese normal suene, se convirtió en algo de dimensiones bastante críticas.
Antes de esta crisis internacional que actualmente afrontamos, ya se nos venían grandes retos, algunos de ellos por la ambiciosa idea de recaudación presentada por el ejecutivo federal, las metas a lograr siempre resultaron bastante ilógicas, tanto en los ingresos petroleros, como en los ingresos fiscales.
Una mala planeación y una economía convaleciente era lo que veníamos arrastrando antes de la crisis del COVID-19, esto nos deja muy mal parados, esto es apenas una breve explicación de lo que ya adolecíamos, los estragos de estar mal preparados, se han ido viendo con el pasar de las semanas y se seguirán viendo incluso cuando la crisis de salud haya pasado, no sabemos el tamaño del impacto de esta crisis, lo que sí sabemos es que será grave y nos costará bastante trabajo levantar a la economía, mas con un gobierno que no ayuda y no entiende la profundidad de lo que se esta viviendo.