Por: Rosario Herrera Guido
El miedo seca la boca,
moja las manos y las mutila.
El miedo de saber nos condena a la ignorancia;
el miedo de hacer, nos reduce a la impotencia.
La dictadura militar, miedo a escuchar,
miedo a decir, nos convirtió en sordomudos
[…] pero no se necesita ser Sigmund Freud
para saber que no hay alfombra que pueda
ocultar la basura de la memoria.
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, 1989.
I
El pensamiento filosófico del eterno retorno, lo podemos reconocer en un antiguo dicho griego: “El hombre es el único animal que se tropieza en la misma piedra”; yo siempre aclaré ante mis alumnos y auditorios, que no era la misma piedra, pero sí el mismo animal. También se encuentra en la escuela griega del estoicismo, basada en el dominio de los hechos, cosas y pasiones que turban la vida humana, valiéndose del valor y el lógos (la ratio latina), para alcanzar la felicidad y la sabiduría, despreciando los bienes materiales (Zenón de Citio, 333 a.e.). Más tarde las élites romanas lo adoptaron, pero se agotó con la llegada del cristianismo. Asimismo, para la filosofía oriental, la existencia es cíclica, pues cada acto se repite eternamente, hasta llegar a la perfección del universo. Lo mismo pasa en las culturas prehispánicas donde la piedra de sol promete el eterno regreso de los dioses.
En La gaya ciencia, Nietzsche, influido por la repetición de Schopenhauer (inspirado en los Upanishads), postula que no sólo son los actos los que se repiten sino también los pensamientos y sentimientos, en una repetición infinita e incansable, o hasta el cansancio diría Freud, inspirado en Nietzsche.
No es sino hasta Lacan, influido por el pensamiento de la repetición, pasando por Freud hasta Deleuze, que la compulsión de repetición (Wiederholungszwang), que Freud presenta en Más allá del principio del placer (1920), está vinculada a la pulsión de muerte, como una compulsión de repetir la exposición de sí mismo y de los otros a situaciones angustiantes, porque se ha olvidado los orígenes de la pulsión, el empuje tendiente a la satisfacción del deseo, y que la cura psicoanalítica permite romper el ciclo de las repeticiones a través de recordar (acting out); más tarde como insistencia de la letra: “La insistencia de la palabra” (Lacan, Les psychoses, París, Seuil, 1981:242), que insiste en retornar a la vida del sujeto, a pesar de las resistencias que la bloquean. Y en la década de los 60s, para Lacan la repetición es el retorno del goce, un exceso de placer que colinda con el sufrimiento y el dolor, para trasgredir el principio del placer, en busca de la muerte (Lacan, Le envers de la psychanalyse, París, Seuil, 1991:51).
Deleuze, por su parte, siguiendo a Freud, afirma que la repetición no es exactamente el retorno de lo mismo, sino la repetición con diferencia: “‘¡Todo es igual!’ y ‘¡Todo retorna!’ […] sólo se puede decir allí donde se alcanza la última extremidad de la diferencia […] un solo y mismo océano para todas las gotas …” (Deleuze, Diferencia y repetición, Buenos Aires, Amorrortu, 2002:446).
II
Luego de la avalancha de críticas de los “partidos de oposición”, analistas políticos, intelectuales, organizaciones de la sociedad civil y ciudadanía, ante el Decreto (Acuerdo) que emite la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), este pasado lunes 11 de mayo, la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana explica que este Acuerdo sólo es complementario de la Reforma Constitucional aprobada por los partidos hace un año, donde se ordena a las fuerzas armadas realizar funciones de Seguridad Pública, como un acto que no es exclusivo del Ejecutivo Federal, sino en seguimiento de la Disposición Constitucional consensada por todos los partidos, donde el rol de las fuerzas armadas indica que trabajen de manera coordinada con las autoridades civiles estatales y regionales en la construcción de la paz.
Un acuerdo necesario en la medida en que el Ejército operaba sin marco jurídico que le diera certeza a sus acciones de protección y seguridad ciudadana. Una medida que no implica darle más atribuciones al Ejército en materia de Seguridad Pública, y limita sus facultades establecidas en el Art. 5° Transitorio de la Reforma Constitucional.
Además, sigue la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, las Fuerzas Armadas son las de mayor prestigio para la población en tareas de Protección Civil y Apoyo Social a la ciudadanía, situaciones donde nadie habla de “militarización del país”. Por eso se trata de un Acuerdo que le otorga más fortaleza a las Fuerzas Armadas, como primeros respondientes ante hechos de carácter delictivo. Y destaca que la Guardia Nacional, a doce meses de su creación ha tenido un intenso trabajo que empieza a dar frutos.
III
Sin embargo, Catalina Pérez Correa, Doctora en derecho por la Universidad de Stanford en California, profesora e investigadora del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) e integrante de la Junta Asesora del Global Drug Policy Program, afirma que “López Obrador rompió con sus promesas de campaña y no regresó a los militares a los cuarteles ni creó instituciones civiles de seguridad”, sino que después de todo lo que hemos vivido a partir de la Declaración de Guerra a los Narcos por Calderón desde 2007, y luego de 19 años de desaciertos, despropósitos o ¿propósitos?, ¡el Ejército otra vez a las calles! Una determinación que sí va a hacer historia.
Pero en realidad el Ejército nunca se fue de las calles, desde que Calderón decidió, tras su ilegitimidad e imposibilidad de salir a las calles, porque era bombardeado por sus opositores con huevos y jitomates. Por lo que el cuestionado presidente decidió que el Ejército participara abiertamente en tareas de Seguridad Pública y de forma masiva y extensiva.
El eterno retorno con diferencia de la militarización, que arrancó en 2007, está y sigue estando ahí, y nunca se ha ido. Tal vez por eso Obrador optó, después de una sonada reunión con los altos mandos, por no regresarlos a los cuarteles, sino protegerlos con una Reforma Constitucional, el Art. 5° Transitorio, mientras se desarrollaba la capacidad y la estructura de la Guardia Nacional de origen civil, que lamentablemente, como dijo dignamente Muñoz Ledo, empezó con un triste papel de represores de los migrantes en la frontera sur de la Patria, y pronto, según presunción de Trump, formando los muros norte y sur indispensables para la Reelección del vertical mandatario del Imperio Norteamericano.
Una participación de las Fuerzas Armadas en tareas de Seguridad Pública de forma extraordinaria, regulada, fiscalizada, complementaria y subordinada al poder civil. Pero eso no sucedió, porque tomaron a la Policía Militar y a la Guardia Naval y las convirtieron en Guardia Nacional, en lugar de hacer un ejercicio de capacitación para formar un cuerpo civil, como estipula la Constitución. En el trayecto, acusada parejo de “corrupción”, vino la orden de desparecer a la Policía Federal, con el conocido descontento de tropas y miembros de la Policía Federal.
Y ahora resulta que, sin verbalizarlo, tras 100 asesinatos diarios, la Guardia Nacional no funciona o necesita ayuda, a pesar de que tiene estructura militar, capacidad militar, formación militar, armamento militar, presupuesto militar y mando militar. Como le señalaba a John Ackerman cuando defendía en un twitter que la Guardia Nacional no sería militar sino policía militar, y yo le respondía: “De todos modos Juan de llamas”.
Entonces ahora, la Secretaría de la Defensa Nacional y el Presidente, argumentan que tienen que recurrir al 5° Transitorio, cuando el propósito original era hacerlo antes y no después de percatarse de las fallas de la Guardia Nacional. Pero el Art. 5° mandata que tiene que ser de forma extraordinaria y con objetivos limitados, “no por todo el sexenio”. Porque si se necesita por todo el sexenio, es preciso preguntar ¿para qué? Porque en cuanto a regulación, como no la hay, la milicia será juez y parte. El 5° Transicional dice que no van a violar los derechos humanos establecidos en la Carta Magna, pero por otro expresa que se van a sujetar a la Ley del uso de la Fuerza.
Pero en realidad se están llevando a los soldados a la calle con facultades para detener a personas en la vía pública, transporte local y nacional, carreteras, aeropuertos, asegurar bienes, prevenir el delito, por todo el país, sin una regulación, más que la interna a la Sedena, para que se juzguen a sí mismos.
Este Decreto (Acuerdo), es realmente un peligro para México, además de que no es lo que se estableció en la Constitución, sino que deja en las calles a los militares a que hagan las tareas policíacas sin tener una regulación de las formas en que tienen que operar. No se trata de un Decreto Presidencial, pero sí de un Acuerdo Presidencial, en términos de una instrucción para que se coordinen con el Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana.
IV
En realidad el país ya está militarizado, más a la sombra de esta clase política de “izquierda”, que otrora durante doce años se desgarraba las vestiduras contra la militarización del país, lo mismo Manuel Bartlett que Mario Delgado y todas las fuerzas vivas del obradorismo, y que ahora no dicen nada, unos porque están dentro del “poder” y otros porque esperan participar de él.
Pero hoy, como nunca, supuestamente para aprovecharlas al máximo, las Fuerzas Armadas vienen siendo consideradas para tareas en las que nunca se las observó, peligrosamente omnipresentes, no sólo para la ciudadanía sino hasta para el propio Presidente, pues poco a poco las vino involucrando en los más variados campos: tienen las más ideales plantas en sus invernaderos para el Programa Sembrando Vida; la Semar puede desplazar a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en el control de los Puertos; construir los bancos para repartir los apoyos de los Programas Sociales del Gobierno; la Sedena coordina el Programa para prevenir las Adicciones; los militares construyen y van a administrar el Aeropuerto Felipe Ángeles; la milicia examina a los choferes para que manejen las pipas con gasolina en el combate al huachicol; la Semar vigila los pozos petroleros; la Sedena tendrá a su cargo la construcción de varios tramos del Tren Maya y la reconversión de 19 hospitales para covid-19; la Semar la remoción del sargazo en el Caribe del sureste mexicano; la Sedena la distribución de los libros de texto; la Sedena la repartición de todos insumos para el covid-19. Como afirma el Doctor Alejandro Madrazo Lajous, profesor e investigador del Programa de Política de Drogas del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE): “Una agenda de militarización ampliamente acariciada”.
Un eterno retorno con diferencia de la militarización del país, seguramente no por casualidad, totalmente opuesto a una política pública de despenalización de las drogas y su regulación (porque EUA no lo permite, y donde manda Trump no gobierna marinero), la erradicación sin concesiones de la corrupción, un Estado de Derecho, una policía civil que este país necesita y un combate a la criminalidad con servicios de inteligencia y no con uniformados que advierten los halcones o estacas a sueldo. Porque si de paz social se trata, la guerra contra las drogas seguirá siendo infructuosa. Más porque la penalización de las drogas está sostenida en una ley terrorífica, que no sólo las hace más atractivas sino que las encarece y las convierte en el gran negocio jamás imaginado, tanto para los que las producen, transportan y combaten. Recordemos la matación y las mafias que produjo la prohibición del vino en EUA en 1927, para saber que —como descubre Freud— la ley, más si es severa, provoca la transgresión, cuando dice que los norteamericanos han decidido no volver a tomar vino, y comenta con ironía, no quiero ni decirles lo que va a pasar con esto. (Freud, “El porvenir de una ilusión” (1927), OC, Buenos Aires, Amorrortu, 1979).
Como sostiene mi colega y agudo interlocutor, David Pavón, el coronavirus 19 es sospechoso, pues sus efectos coinciden con el capitalismo neofascista: la obsesión por la seguridad, la justificación de las prohibiciones, vigilancias y controles, que nos obliga a tener que elegir entre la vida y la libertad, además de que constriñe a aplaudir lo que nos vende el gobierno como protección, estrategias de salud, confinando a los ciudadanos enfermos o sospechosos, encerrándolos en sí mismos y obligándolos a ver como peligrosos a los demás ciudadanos, cerrando fronteras, radicalizando el consumismo, las compras de pánico y la competencia, mientras el gobierno festina, tal vez más consciente que inconsciente la esperada parálisis de las luchas sociales más urgentes, que ya habían prendido antorchas contra el capitalismo, como el masivo desempleo, el ecocidio de nuestras reservas naturales, el machismo y el patriarcado (David Pavón, Políticas del coronavirus, Revolución 3,0, marzo 22, 2020).
Giorgio Agamben podría leer muy bien esta pandemia del coronavirus-19, como una modalidad del Estado de Excepción contemporáneo, que no tiene nada de constitucional, pues con la reclusión suspende sutilmente las libertades individuales y abandona a los ciudadanos al “poder desnudo”, pornográfico y retorcido, a la nuda vida, a merced del poder del Estado. Porque en realidad —advierte Agamben— no tiene ningún sentido recurrir a los criterios de extrema necesidad y temporalidad para justificar el estado de excepción, ya que todo intento por limitar el poder en una situación de emergencia es frívolo (Agamben, Estado de excepción, Pre-textos, 2004).
Un Acuerdo con aires de Decreto del eterno retorno con diferencias de la militarización del país, que no es casual que se anuncie, sin las acostumbradas consultas populares, porque “este gobierno es por el pueblo, para el pueblo y con el pueblo”, en medio de la pandemia del covid-19, en un ambiente de miedo a la muerte, dolor por los difuntos, el desplome de la clase media y el millonario crecimiento de la pobreza extrema: ¿“Como anillo al dedo, para concluir la Cuarta Transformación”? Una frase que no van a dejar de rumiar por mucho tiempo generaciones de inteligencias mexicanas.