Por Rubén Alcantar
Durante el arranque del presente sexenio, ha quedado claro que, uno de los principales pilares, tanto para incentivar la economía, como para poder mantener la estabilidad de las finanzas públicas, sin duda recae en la petrolera nacional, PEMEX, tanto así que sido receptora de inversiones estratosféricas por parte del Estado para su reestructuración y devolverla a su máximo punto.
Dichas decisiones pueden resultar divisorias, dependiendo el punto desde el cual se le quiera observar, ya sea desde la entera oposición al gobierno actual, o desde el entero porrismo al mismo, y es que, menciono que puede resultar divisorio, puesto que, si, cada parte cuenta con sus puntos, por su lado la entera oposición puede argumentar una caída en la producción petrolera de acuerdo al estimado para 2019, esto fundamentado en los recientes resultados de esta misma a diciembre de 2019, con los cuales se pudo afirmar que la producción petrolera cerró el año con una producción promedio de 1.679 millones de barriles diarios (mbd), un tanto por debajo del estimado de 1.707 mbd con el cual se cerró el año, esto a pesar de los múltiples recortes al estimado llevados durante el 2019.
Ya por el otro lado, la parte defensora pudiese argumentar lo que, si en efecto resulto ser un logro, de limitadas dimensiones, pero a fin un logro, pues si, en efecto, si se comparan las cifras de enero a diciembre del año anterior se encuentra un crecimiento en la producción del 5.6%, cosa que no ocurría casi desde 2013.
La realidad es que, a pesar de los múltiples esfuerzos por parte del gobierno, encontramos que la producción ha podido apenas mantenerse, y si nos vamos más a fondo podemos encontrar algunas curiosidades por llamarles de alguna forma en la mayoría de los campos petroleros, puesto que, por ejemplo, en los grandes campos (Maloob, Zaap, Ku y Akal) se registró una caída en la producción acumulada entre 2018 y 2019 que alcanzó los 57 mil barriles diarios.
Todo este debate productivo resulta de gran importancia dado que, fue apenas en el pasado septiembre al momento de entregarse el paquete económico 2020, cuando nos percatábamos del gran peso que se estimaba dentro de la ley de ingresos de la federación para la producción petrolera, la cual se fijaba la meta de una producción de 1.95 mbd, para poder acercarnos al estimado de crecimiento soñado de entre el 1.5 y el 2.5%, algo que luce bastante complicado si lo comparamos hoy con la producción con la que cerramos 2019.
Sin duda el gobierno tiene su punto, está empeñado en invertir grandes cantidades de capital a nuestra petrolera y rescatarla, y de darse toda esta panacea y alcanzar el estimado, sin duda los números no mienten y claro que podemos alcanzar esos niveles de crecimiento, sin embargo el problema no radica ahí, si no en la siempre opositora realidad, la cual nos ubica en una situación en la que, de no lograrse el estimado, en el mejor de los casos, el faltante en las finanzas públicas alcanzaría los 182 mil millones de pesos, y en el tristemente más probable escenario, el faltante se situaría en los más de 300 mil millones de pesos, hecho que sin duda mermaría nuestro crecimiento.
La situación es muy delicada, y hay bastante tema para analizar, como menciono, hay material para defender cualquiera que sea su postura política, sin embargo la problemática va más allá de eso, va más allá de demostrar resultados, o evidenciar fallos, es uno de los pilares (impuesto así por la presidencia) para la obtención del tan añorado crecimiento económico, solo el año y su transcurrir nos dirá los resultados, pero como todo en este gobierno, la posibilidades se han polarizado, y esta vez PEMEX sin duda será la llave, al cielo o al abismo, no lo sabemos, pero en alguno de ambos nos situará.