Por: Fátima Paz
Morelia, Michoacán.- Han transcurrido 49 días del año 2020 y México acumula 133 mujeres muertas, víctimas de feminicidio; esto es, cada día han perecido en el país 2.71 mujeres ahorcadas, acuchilladas, violadas, desolladas, quemadas…
Madres de familia, estudiantes o empleadas, pero también niñas que sólo esperaban a sus padres o salieron a comprar algo en una tienda cercana. El feminicidio no hace distinciones por edad, nivel socioeconómico, lugar de residencia, situación sentimental, nada.
El Código Penal Federal define el feminicidio como los homicidios de mujeres donde se detectan “signos de violencia sexual o de cualquier tipo; lesiones degradantes previas o posteriores a la muerte o actos de necrofilia; violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar por parte del sujeto activo; algún tipo de relación sentimental, afectiva o de confianza entre la víctima y el victimario; amenazas o lesiones previas por parte del sujeto activo; la incomunicación de la víctima, y que el cuerpo sea exhibido en un lugar público”.
Y estas palabras encierran la realidad de víctimas como Fátima Cecilia, Ingrid, Mariana, Yaneth, Pilar, Minerva, y tantas que son lloradas por sus familias, por amigos, y que a lo largo de los años se convierten en la estadística negra para los gobiernos en turno.
Se ha dicho que México es un país feminicida, o, con mayor precisión, en México se le ha permitido a una cultura profundamente misógina y violenta incrustarse en el seno de cada una de nuestras instituciones, desde la familia y la escuela, hasta los gobiernos y las fuerzas públicas.
Una cultura misógina que asume el cuerpo de las mujeres como un territorio susceptible de ser colonizado; tomado con engaños, con promesas, a la fuerza; utilizado para el placer y el disfrute del perpetrador, no por el mero goce físico, sino por la posición de poder que adquiere respecto de la víctima; un territorio que, de ofrecer alguna, por mínima que sea, resistencia, puede y debe ser castigado con el abandono, la tortura, la exhibición, la humillación, incluso cuando en ese cuerpo ya no haya más vida.
Han transcurrido 49 días del año 2020, y en México eso ha significado que 133 familias han quedado mutiladas, que 133 vidas han sido segadas, y aún no han sido suficiente para despertar la indignación de una cultura profundamente misógina que sólo espera que se le prepare un emparedado y se le traiga una cerveza, fría, muy fría.