Por: Ar Mendoza
Morelia,Michoacán.- Fue el día de ayer aproximadamente a las 5:50 PM cuando muchos michoacanos estábamos al filo de la butaca mordiéndonos las uñas, como si se tratara de una final mundialista entre la selección mexicana y la selección argentina en tanda de penales, algunos aclamando a Raúl Morón Orozco y otros ondeando banderas y echando porras para Cristóbal Arias Solís, sin embargo, fue Mario Delgado el árbitro en turno, quien dio a conocer al ganador de la encuesta que definiría al candidato por la gubernatura de Michoacán por Morena.
Los redobles de tambores se escucharon, las calles se paralizaron, los grupos de WhatsApp sonaron y en Facebook no paraban de emitirse comentarios de especulación. Mario Delgado definió con voz clara y firme a Raúl Morón Orozco, alcalde de la ciudad de Morelia como el que encabezaría la gubernatura al Solio de Ocampo.
Los berrinches y pataleos se dejaron entrever, alegría para algunos, tristeza para otros; tanto en la política como en el fútbol siempre existe un ganador y un perdedor, teniendo en claro que la historia la escriben siempre los triunfadores.
Una de las principales debilidades de Cristóbal Arias y sus seguidores fue la soberbia, las malas decisiones y el dejar de lado a perfiles que siempre comulgaron con la Cuarta Transformación, para dar lugar a personajes sombríos que en lugar de sumar le restaban a su proyecto. Aunado a eso su ego fue tan dominante que por momentos hizo menos a Morena, creyendo que su estructura era más fuerte que la del partido guinda, algo muy alejado de la realidad.
A Cristóbal Arias le faltaron asesores y le sobraron porristas, pero las derrotas siempre traen más aprendizajes que las victorias, recordando que las encuestas y los sondeos dan como resultado positivo a aquel que tiene para pagarlas.
No obstante, Raúl Morón tendrá que hacer una campaña enfocada en la defensa del voto y en la promoción del mismo, ya que como lo he expresado en opiniones anteriores la alianza denominada “Va por México”, hará cualquier tipo de trapacería para quedarse y repartirse el poder.
Así pues, la tercera no fue la vencida para el “Cachorro de Churumuco”, ya que el ego y la soberbia nunca fueron una buena combinación para la victoria: sumar y multiplicar, pero nunca dividir ni restar.
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