Por: Rosario Herrera Guido
Voy a seguir expresando
lo que digo en mis espectáculos y en el teatro.
No difamo a nadie ni son mentiras.
Además, lo hago mediante el humor, de forma lúdica.
Héctor Suárez
Morelia, Michoacán.- Héctor Suárez Hernández, el actor sin adjetivos de teatro del absurdo, drama, melodrama, comedia, tragicomedia, farsa, carpa, cabaret, sainete, cine y televisión, alumbrado, en los dos sentidos, nacido e iluminado, en la Ciudad de México el 21 de octubre de 1938, este martes 2 de junio de 2020, en Cocoyoc, Morelos, dejó de denunciar y satirizar lo prohibido, el poder usurpador.
Tras que Héctor Suárez gana un campeonato de mambo en la colonia obrera y 500 pesotes de antes, se va a bailar al teatro Cervantesen el inolvidable Héctor Suárez, por su humorística crítica a la sociedad, la burocracia y el poder.
Tras su muerte real, es preciso dimensionar la permanencia simbólica de Héctor Suárez, en el impacto que tuvieron todas las realizaciones de sus deseos, en los que creía y no descansaba hasta que los materializaba.
Más que partir de una historia candorosa de Héctor Suárez, tal vez convenga comenzar por una genealogía, en la década de los 60s, para entender al hombre y al actor de la sátira social de la Tierra de Sol Jaguar, para comprenderlo desde su origen: la compañía de Carlos Ancira, donde representaba a los personales del teatro del absurdo de Eugène Ionesco (Amadeo o como salir del paso; La cantante calva; Las sillas y La lección, entre otras), que fueron menjurjes esenciales del coctel de su comedia. Como Ionesco, se burlaba de las formas sociales y culturales de la burguesía francesa de los 50s, para llevar sus contradicciones al límite y al absurdo, hasta llegar a la sátira descarnada. Al filo del Witz romántico, el chiste, la gracia, la iluminación que acompaña al humor.
Y no se diga la influencia de Luis Alcoriza, el extraordinario cineasta español, arraigado en México, que tuvo el tino de darle uno de sus inolvidables papeles en el filme “Mecánica nacional”, donde representa al abusivo militar que vive del influyentismo, que desde siempre tendría que haberse llamado “cuatitud”, para que le abran paso en la Carrera Panamericana de autos, conquistar a las novias de los participantes y eludir a la policía. En suma, el mexicano que abusa del poder, que sólo ve para su santo y abisma a la sociedad a la gran crisis de la sociedad y el poder.
Como en “¿Qué nos pasa?” o “El tirantes” o “El milusos”, los mexicanos sufren de una grave carencia de ciudadanía y civilidad, donde todos son o podrían ser corruptos, pues no pueden responder a la altura de la circunstancias (éticamente), y tienen que vivir de una serie de chambitas que apenas les da para resolver el pana de cada día, puesto que no existe un sistema de protección social, ni un Estado de bienestar, lo que termina por develar la cris de ciudadanía a la mexicana, dado que nadie quiere hacerse cargo, a la altura de las circunstancias de lo que le toca, ni el ciudadano ni el gobernante, sino beneficiarse, así sea pasando por encima de los demás, por lo que Héctor Suárez abre la pregunta “¿Qué nos pasa?”, a una sociedad condenada al “Milusos”, porque nadie hace su parte, ni el pueblo, ni los empresarios ni el gobierno, pues adolecen del sentido ético de responsabilidad y corresponsabilidad.
Una irónica crítica que le acarreó problemas con el poder, amenazas de censura y hasta de muerte, pero ante las que siempre fue muy valiente, como en su célebre frase: “no tengo atole en las venas”. Y que le valió el despido de Televisa en los 80s, por presiones del salinato, cuando tras un exhorto público al Presidente Carlos Salinas y el apoyo popular, lo obliga a que le dé trabajo en UNIVISIÓN.
La vida de Héctor Suárez es una denodada lucha por dialogar con la sociedad y el poder, económico y gubernamental. Una crítica moderna, más allá del espectáculo, en el más didáctico sentido de Octavio Paz: la modernidad es esencialmente la crítica al trono y al altar.