Fabiola Alanís Sámano
La historia de la participación social y política de las mujeres es apasionante, hacernos visibles como sujetos sociales de derecho y derechos ha implicado romper paradigmas y avanzar como se avanza en una carrera de obstáculos, con pies de plomo y con la altura de miras suficiente para no morir en el intento.
Una de las mujeres que se atrevió a romper paradigmas fue precisamente Olympe de Gouges, ella redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana en 1791, uno de los alegatos más brillantes sobre las reivindicaciones de las mujeres y la necesidad de universalizar los derechos humanos, el derecho a la libertad de expresión, a la igualdad, a la educación, al sufragio efectivo, a la propiedad; es decir, los mismos contenidos en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano; murió en la guillotina el 3 de noviembre de 1793.
En México a principios del siglo XIX, las mujeres se integraron al debate, la organización y preparación del movimiento de Independencia; los hogares fueron el espacio de encuentro y las guaridas clandestinas de la revuelta de 1810. Gertrudis Bocanegra y Leona Vicario son las heroínas de la Independencia y también la representación simbólica de cientos de mujeres anónimas que formaron parte del movimiento que institucionalizó los derechos establecidos en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana el 22 de octubre de 1814 en Apatzingán, Michoacán.
El diálogo con Virginia Wolf es revelador, preciso, infalible y contundente sobre la circunstancia que rodea el despliegue de la capacidad creativa de las mujeres, la inhibición cultural y la invisibilización de su talento, mantuvo la hipótesis de que la firma anónima de grandes obras de la literatura correspondían a la autoría de alguna mujer amenazada por sus capacidades, había entonces la percepción social y, en el ambiente intelectual de principios del siglo XIX, de que la “mujer más dotada era intelectualmente inferior al hombre menos dotado”.[1] Por eso, “las mujeres novelistas deberían sólo aspirar a la excelencia reconociendo valientemente las limitaciones de su sexo”. Y es que las mujeres estaban impedidas, por cierto, hasta el siglo XVIII de ingresar a las bibliotecas públicas.
A pesar de las limitaciones sociales, económicas y culturales de la época, durante la primera Revolución del Siglo XX, la participación de las mujeres mexicanas fue relevante, escasamente recuperada en los relatos históricos, pero magistralmente descrita en la narrativa de Nellie Campobello en su obra El Cartucho. Un dato: en la imagen que retrata el clímax del momento revolucionario, justamente el 6 de diciembre de 1914 Francisco Villa se sienta en la silla Presidencial y Emiliano Zapata junto a él, nunca se supo si se trataba de una mujer la que se mantiene de pie atrás de Villa. No estuvieron ahí las mujeres, a pesar de haber jugado un papel central en la Revolución Mexicana, participación contada a través de imágenes virtuosamente logradas por Casasola, el portador de la cámara que precisamente inmortalizó a la Adelita, la mujer montada en los vagones de un tren, en actitud de combate; a pesar, igualmente, de que hubo presencia del movimiento feminista reivindicando la consigna maderista del sufragio efectivo y la no reelección, las mujeres estuvieron ahí organizándose, creando clubes y asociaciones. Son históricos los Congresos Feministas realizados en Yucatán en 1916.
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos se promulgó el 5 de febrero de 1917 y es uno de los mejores documentos que en materia de garantías de derechos civiles, económicos, sociales y políticos se hayan escrito en la historia; es impecable en materia de derechos humanos; sin embargo, tuvieron que pasar casi cuatro décadas y una larga historia de debates y de protestas de las organizaciones feministas para que el 17 de octubre de 1953 se publicara en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el derecho de las mujeres a votar y ser votadas a todos los puestos de elección popular.
Hay mujeres que han hecho historia en el campo de las ideas y en el activismo en favor de la emancipación. Una de las más destacadas, Simone de Beauvoir, nos dejó un legado literario impecable, ha sido guía de un sinnúmero de movimientos de hombres y mujeres en favor de la igualdad y el reconocimiento pleno de la diferencia.
Estoy convencida de que el feminismo es una elección de vida, no es solo una teoría, no es solo un concepto, no es una moda, no es algo privativo de las mujeres. Si bien su constitución como movimiento de ideas está empujando desde la entraña más profunda de la sociedad moderna, alzándose como un grito por la libertad y la igualdad,
[1] Virginia Wolf Una habitación propia, Seix Barral, Barcelona, 2008, p. 40
[2] Ibídem, p. 55
[3] Un buen recuento sobre las experiencias de organización de las agrupaciones feministas en las primeras dos décadas del siglo XX, se encuentra en la obra de Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven, Un fantasma recorre el Siglo: Luchas feministas en México, 1910-2010, Ed., UAM-X, Conacyt, México, 2010.
[4] Modifica a la Constitución de 1857. A la fecha se han realizado al menos 600 cambios a la Constitución original de 1917.
[5] El Artículo 1 establece que todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los tratados internacionales firmados por el Estado mexicano y que no podrán suspenderse salvo en los casos y bajo las condiciones establecidas en la misma Constitución; obliga a las autoridades mexicanas a respetar y proteger los derechos humanos y, además, prevenir, sancionar y reparar las violaciones a los mismos. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 y que reforma la Constitución de 1857. Diario Oficial de la Federación (DOF), del 5 de febrero de 1917, última reforma DOF 29 de enero de 2016.
[6] Destacadamente el activismo de la duranguense Hermila Galindo en las primeras décadas del siglo XIX. En 1918, SER VARÓN era uno de los requisitos para contender a un puesto de elección popular de acuerdo con lo descrito en La revolución de las mujeres en México, publicado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, ahí se detallan los momentos cruciales de la participación política de las mujeres y los espacios de representación alcanzados por éstas antes de obtener el derecho al sufragio femenino.