Redaccion/Estenógrafo
Morelia, Michoacán. – Niños, mujeres embarazadas, adultos mayores, de todo… Así es como luce la unifila de la clínica 80 del IMSS, en la avenida Madero Poniente; horas de trabajo efectivo, de descanso y convivencia de la familia desaparecen con cada suspiro que dan los desesperados derecho habientes a quienes se les niega el servicio en su consultorio, aunque sólo haya un solo paciente este día.
La experiencia de visitar el IMSS, en cualquier lugar del país es abrumadora, una mezcla de olores de alimentos, humores humanos, el ring, ring de los teléfonos con los mensajes del WhatsApp. Todo es un barullo.
Hay un solo sonido, un murmullo gigante de voces indescifrables, con la excepción del llanto agudo de los más pequeños.
La gente, son el vivo retrato de La Carencia, aquella canción iconica de Panteón Rococo. En las salas se observa el rostro cansado de los derecho habientes, gente durmiendo en las sillas; rostros ansiosos con la mirada clavada al piso; madres agotadas correteando a los inquietos pollitos que andan aprendiendo a caminar.
Entre los pacientes impacientes pasean gente pidiendo dinero, presuntas víctimas de los amantes de lo ageno, repartidores de comida a domicilio y personal administrativo de la dependencia dando instrucciones a pacientes y enfermeras.
Porque con todo y que se habla de un Imss modernizado y hasta muchos, ilusos, creímos en las mejoras del servicio con la llegada del Imss central a Morelia, lo cierto es que la experiencia es tan mala que uno no puede culpar a la gente que haga el esfuerzo por ir al médico privado y sino hasta por la “orientación médica” que dan en Farmacias del Ahorro y en Farmacias Similares.
Porque aquí las horas mueren sin provecho interminablemente, las horas que aquí se pasan sentadas es tiempo que no da frutos y aleja de la familia.