La Costeña
Morelia, Michoacán. – Después de… no sé, no sé de verdad, cuantos días encerrada, puedo decir con certeza una cosa: el Diablo tiene un lugar reservado, con nombre y apellido, para quien se le ocurrió la tarea durante la cuarentena, porque agota física y mentalmente a los padres y los niños, y no garantiza el aprendizaje.
En algún lugar leí una frase que versa más o menos así “Con las mejores intenciones, se generan los peores resultados”. Cuanta verdad en tan breve pensamiento ¿Por qué? -se preguntara. Deje me explico brevemente.
Repito lo que he dicho en otros espacios, hace un par de año se informó que el 57 por ciento de la población mexicana vive del comercio informal, la mayoría son comerciantes; el tianguista, el abarrotero de la esquina, la señora de la estética del barrio, el que vende los “carítsimos” cubrebocas en lo cruceros, el de lo bolis, materia primas, la pastelería, etcetera.
El selecto grupo faltante podrían ser desde el empleado gubernamental, los profesionistas en empresas privadas, los médicos, profesores y los medios de comunicación, por citar algunos.
Integrar este grupo tan particular tampoco es sinónimo de que podrán quedarse en casa, ya sea porque sus ingresos no se los permite o su actividades sean esenciales, como la de una enfermera, médico o policía.
Dicho lo anterior, me vienen decena de conjeturas sobre a quién se le ocurrió esta brillante idea de la tarea en casa. La que más me gusta, y seguro a ustedes también, es que los maestros fueron por demás poco imaginativos y objetivos. Tengo esta loca idea, saben, algo así, los líderes sindicales diciendo: “Todos estarán en casa como nosotros. Hay que dejarles una tarea diaria y pedirle las hagan en horario de clases, como si fueran a la escuela”.
Ante tal resolutivo, Esteban Moctezuma dijo: seee. No voy a pelearme con los sindicatos. Tareas para la casa serán. Porque eso de cambiar las fechas del año escolar no va. La CNTE y la SNTE no me van a dejar y esto va acabar en tribunales.
Así es como tú mamá, tú papá, abuela, tutor y todos los que tengamos un menor en edad escolar terminamos con el mayor agotamiento físico y mental, ansiedad y estrés laboral; a esa crisis existencial porque no sabes si estás enseñando bien.
¡Si vas a terminar a tiempo antes de que pregunten por ti en el chat de la oficina!
Porque no es un tema sencillo-anoten autoridades educativas y patrones-compaginar las tareas domésticas, maternales/paternales, profesionales y además enseñar cosas como cuál es la primer letra de Jirafa, que aprenda a escribirla solo con escuchar la palabra-sin ayudarle-y después buscar 5 nombres con J en un libro cualquiera.
¿Y qué creen? ¡Sí! A la par que el niño está haciendo su tarea y le enseñas, como Ka – li – mán. El hombre increible, uno debe hacer el desayuno, limpiar la casa y cumplir con el trabajo, pero no el doméstico, que ya comenté, sino el que nos da de comer. Nuestra jornada laboral ¿Pero cómo, no sabían maestros? ¡Dios! ¡Cuanta desconsideración, nadie les aviso! Y digo, si es que uno se puede quedar en casa, porqué el que vende pollo en el tianguis tiene que cargar con la bendición, lo mismo que el que vende dulce en lo portales, porque si trabajan en eso no pueden esperar que tengan para pagar una nana o niñera, y si es que tienen quien cuide a las criaturas ni modo de dejarlas sin un peso.
Al concluir esas horas de terror, de entre 3 a 5 hora, compartido madre – hij@s de educación, le siguen las actividades recreativas, juntos ¡Claro!
¡Ah! En estos momentos, en que debo enseñar y trabajar, recuerdo y valoro profundamente las enseñanzas de la abuela, quien hurgando en su memoria de abuelita ya senil, una vez me relató-sabé fuera verdad o invento-: para entretener a tu padre y me dejara hacer las memelas, le tiraba un sartén de maíz al suelo. Le ordenaba ir levantando uno por uno, no más, contando 1, 2, 3, 4, 5, 6… ejercicio que le servía para memorizar los números y aprender a contar ¡Vaya genio del siglo pasado!