Por: Luna Monroy
Morelia, Michoacán.- A casi 30 años de ser nombrada Morelia Patrimonio Cultural de la Humanidad, la capital michoacana, se percibe ruidosa en su primer cuadro de la ciudad, en donde los habitantes de las casas han abandonado sus viviendas para ceder su uso al comercio, a las instituciones educativas y en otros casos a bares o restaurantes. Además de sufrir ambulantaje los fines de semana, los días festivos y las noches después de las 21:00 horas. Sumado a esto el derrumbe de inmuebles que han colapsado o que están por colapsar y qué decir del si número de rayones y pintas con los que cuenta la ciudad.
No es difícil encontrar por las calles de la Av. Madero y paralelas pintas de diversas figuras y creadas con distintos materiales que dañan no solo el paisaje urbano, además de la arquitectura y en algunos de los casos como el Acueducto, y las casas que se encuentra sobre la Calle Real consideradas entre los 1113 monumentos catalogados por la UNESCO como riqueza identitaria de nuestra sociedad y de nuestra historia.
Las distintas fechas en que este Patrimonio, que es de todos los morelianos, se han ido deteriorando, corresponden a diferentes encuentros o molestias de la ciudadanía inconforme con el gobierno en turno. Los movimientos sociales de las masas, generalmente acuden a exigir un cambio de estructura o norma legal. Las consignas son muchas y las peticiones válidas o no se hacen presentes, porque “las piedras hablan” y para muestra las leyendas escritas en la marcha del 8 de marzo de este año.
Si la solución fuera rayar puertas, quebrar vidrios, quemar puertas, el mundo sería otro desde hace muchísimos años. A la ciudadanía no le ha quedado claro que pese a todos los desordenes patrimoniales que pueda realizar a través de la destrucción o vandalismo de los monumentos lo único que se genera es una doble perdida de sus peticiones. Por una parte, desvirtuar el movimiento por el que se lucha, por otra parte, hacer que los impuestos rindan menos, pues los desmanes que realicen se pagan de los impuestos recaudados y que la ciudadanía entera aportamos.
Si se permiten las pintas en el centro histórico pronto lo que ha sido por siglos parte de una identidad muy arraigada y que nos dignifica no como morelianos, pero si como seres humanos se quedará en simple piedras. Lo dice un proverbio muy viejo: “Mil árboles que crecen hacen menos ruido que uno que cae”; será necesario reconocer que nada se gana pintando fachadas y destruyendo propiedades privadas, por el contrario, el ruido de unos cuantos ciega como cortina de humo problemas igual o más relevante. El modo de protestar debe evolucionar como con el arte, lenguaje muy propio y sentido de las causas nobles y que todas y todos apoyamos.
La fama que tiene Morelia desde los actos violentos ocurridos el 15 de septiembre de 2008, han generado pánico entre los turistas que después de una década comienzan a visitar nuestra ciudad creyendo que es más segura, pero será triste nuestra realidad cuando demos cuenta de que a nadie le interesa ver una ciudad sucia o pintada. La casa como la ciudad son el espejo de quienes le habitamos.
Cierto hay leyes que sanciona los delitos de daño a Patrimonio Histórico. El artículo 323 del código penal castiga al que cause daños en bienes de valor histórico, artístico, científico, cultural o monumental, así como actos de expolio; sin embargo, es difícil dar cuenta de esta ley cuando “Son todos los de una masa de: maestros, estudiantes, mujeres, transportistas, etc,” quienes realizan estos males. Recuerdo la historia de Fuente Ovejuna, de Lope de Vega ¿a quien castigar? Ojalá tuviéramos la suerte de este texto en donde gana el pueblo el derecho de un cambio de gobierno, pero aquí todos perdemos. No hay tal paisaje urbano del cual se presume en las tres categorías por las cuales la UNESCO dio nombramiento a la ciudad. Tampoco existen oportunidades de atraer al turismo con una ciudad con pintas, que se muestra sucia y ruidosa, Aquí se está terminando la historia que generó identidad: Michoacán, antes Valladolid, es la cuna de grandes movimientos intelectuales como la emancipación de la independencia de México. La constitución de 1814. El movimiento estudiantil universitario de la década de los 60, parece que se olvida que una guerra no se gana con armas. La mejor arma es la palabra, el pensamiento crítico y mejores estrategias.
¿Si vinieran a inspeccionar los delegados de la UNESCO, permitirían dejar el nombramiento a Morelia? ¿A Cuánto ascienden los daños de muchos años de pintas en nuestra ciudad? ¿Cuántas estatuas no tiene placas porque se las han robado? ¿Cuántos inmuebles son los dañados? ¿Visto tiempo se tomará para resarcir los daños?¿Quiénes asumirán los gastos? ¿Se puede hacer una capa para limpiar la ciudad? Está en manos de los morelianos quienes han salido a protestar por sus justas demandas, está en nosotros reparar los daños y exigir justicia por nuestras demandas, pero avancemos en las peticiones no retrocedamos que la violencia no generé más violencia o nos suma en la pobreza.