Por: Ar Mendoza
Érase una vez una época donde las multinacionales, los medios de comunicación masivos, los políticos marketineros y los supuestos “empresarios altruistas”, incidían directamente en las decisiones y el actuar de una sociedad “infoxicada”. ¿Infoxicada?, este es un término que hace énfasis a un exceso de información que se ha generado en las últimas décadas a través de las redes sociales y los medios de comunicación masivos.
¿Les suena familiar el encarcelamiento de la youtuber YosStop? O ¿las tediosas emisiones televisivas, los memes y los miles de comentarios acerca de la muerte de Vicente Fernández y Carmen Salinas? lo anterior sólo por citar algunos ejemplos de distractores mediáticos que generan miles y miles de interacciones en los “Mass Media”.
Alerta de Spoiler: La película titulada “No Mires Arriba”, protagonizada por Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence hace referencia a la falta de interés por parte de los políticos, los medios de comunicación y la sociedad en general respecto al fin del mundo.
Pero seguramente me dirán que es un filme alejado de la realidad, que no se puede comparar con el contexto que vivimos actualmente en México y el mundo. Sin embargo, déjenme comentarles que la realidad supera una vez más a la ficción. La pandemia, el calentamiento global y un sinfín de malestares que el mundo padece han terminado en segundo plano dentro de la “agenda setting”.
Dentro del filme dirigido por Adam McKay, existen personajes sumamente elaborados, por ejemplo, el personaje interpretado por Jonah Hill; un Jefe de Gabinete e hijo de la Presidenta de Estados Unidos de Norteamérica que además de ser superficial está dispuesto a todo con tal de obtener seguidores para seguir configurando sus ambiciones. Allá en el norte seguramente lo leerán familiar.
Quizá el fin de la humanidad no se dé a través de un meteorito que impacte en nuestro planeta, pero la codicia, las fake news, el control mental, la adoración de ídolos inflados por el marketing y la poca importancia que se le da a los hechos de trascendencia acabarán por destruir la vida tal y como la conocemos. Al final, la sociedad parece ser simplemente una pieza de ajedrez en el tablero de los poderosos.
Así pues, hemos descubierto que el exceso de información, el poco o nulo contraste de las fuentes periodísticas, políticos desinteresados por el bien común e individuos multimillonarios con intereses mezquinos pueden ser la ecuación perfecta para el fin de la humanidad.