Por Arturo Ismael Ibarra Dávalos,
Día de los Trabajadores, el 1º de Mayo es una tradición internacional más que centenaria. A excepción de los países anglosajones que lo celebran en el “Labour Day”, es una fecha fijada en el primer día del mes de Mayo en una mayoría de países por todo el mundo.
A partir de la segunda parte del siglo XIX, con la llegada y el desarrollo de la industrialización (“Revolución Industrial”), surgen numerosos movimientos y manifestaciones de la clase obrera, maltratada y humillada en las fábricas.
Por ejemplo, el Reglamento del funcionamiento obrero en una industria textil en el suroeste de Francia estipulaba que “los niños dormirán de pie apoyados en una cuerda…” entre otras cosas imposibles de entender hoy en día; un verdadero estado de esclavitud.
En Estados Unidos la ley vigente prohibía la jornada de trabajo de más de 18 horas “salvo caso de necesidad”. A partir de 1886, después de múltiples movilizaciones y enfrentamientos violentos, sobre todo en Chicago frente a la factoría McCormik y continuándose con un cuarto día de movilización conocido como la “Revuelta de Haymarket“, varios sectores patronales acuerdan la jornada de 8 horas para centenares de miles de trabajadores.
La consecución de la jornada de trabajo de 8 horas establece un antes y un después en el movimiento sindical obrero a nivel internacional, demostrando una unión universal de los proletarios. Hoy en día se considera el 1º de Mayo como el origen del Movimiento Obrero moderno.
El 1º de Mayo como jornada conmemorativa y símbolo de la lucha obrera está perdiendo peso, años tras años debido a las mejoras laborales adquiridas al hilo de las sucesivas batallas sindicales y políticas.
Hoy en día el 1º de Mayo es más un día festivo, símbolo de descanso y de recordar la lucha obrera.
Como cada año, el 1 de mayo viene marcado en todos los calendarios como el día internacional de la fiesta del trabajo. Y como tal, lo consideramos desde hace muchos años en la mayoría de los países del mundo. Y como en todos los días de fiesta, por supuesto, festejamos, rememoramos, celebramos…
Seguramente que, desde el acontecer histórico, es una fecha importante para conmemorar, hacer memoria, no sólo del hecho histórico que dio fecha a la fiesta, sino también de los muchos e importantes esfuerzos que muchas personas, trabajadores anónimos, han hecho posible a través de la historia la dignificación de algo tan esencial para la vida del hombre como es el trabajo.
Pero hoy hay que preguntarse si hay mucho que festejar desde la realidad que viven muchas personas en nuestro país en relación con este bien y derecho básico.
La precariedad laboral, el alto índice de desempleo, salarios extremadamente bajos…, están incidiendo de forma alarmante sobre un importante número de familias que sufren dificultades para hacer frente a sus necesidades más básicas.
Tal situación está incrementando los niveles de pobreza, con elevado riesgo de exclusión social para muchas familias, y como consecuencia, acrecentando las desigualdades sociales.