Redacción/Estenógrafo
Morelia, Michoacán. – Tzin Tzun es más que solo un espectáculo multidisciplinario, es arte vivo. Una interpretación extraordinaria de la histórica obra de Jerónimo de Alcalá “La Relación de Michoacán”, obra de cabecera para historiadores y antropólogos que buscan entender la compleja cultura purhé.
Los artistas en escena son como pocos, completos. Bailan, actúan, cantan, interpretan, ¡transmiten la fuerza y la fiereza de los guerreros tarascos y mexicas! Su interpretación corporal va más allá de lo cotidiano.
Las princesas de la historia imponen sentimientos, transmiten con su mirada dolor, emoción, tristeza, rabia… tanto en el aire como en el piso. Se nota detrás la presencia de curadores, historiadores que pusieron particular atención en qué transmitir de nuestra historia precolombina.
Taricuari es el gran y poderoso guerrero que la historia de bronce relata, pero que tanto gusta e impone. Feroz desde que salta a la escena y durante toda su batalla, perfectamente estilizada y sincronizada mientras pendían de un arnés, algunas veces sostenidos sus cuerpos por la fuerza de su mandíbula otra por un brazo.
Además de su capacidad histriónica, son acróbatas que bailan en el aire, formando con sus piernas y brazos líneas perfectas. Que luchan contra su más acérrimo rival, el gigante Azteca y el sanguinario Cristóbal de Olid, para tristemente sucumbir a la conquista espiritual: la cruz, todo pasando frente a los ojos de Dionisio, un nativo purépecha.
El resto de la historia, es modernidad que arrebata el sueño de estar ahí junto a los herederos de los Uacúsecha y fundadores del imperio Tarasco.
A lo largo de la segunda parte de esta interpretación de la historia local se retoman momentos como la Independencia de México y algunas manifestaciones de la cultura, llegando a pasar la cuarta pared, como dicen en el cine con cierto encanto.